En la década de los sesenta y setenta se convirtió en tierra de promisión, todos podían encontrar su oportunidad y algunos cimentaron lo que con el tiempo se han convertido en grandes empresas, la mayoría relacionadas con el turismo.
Además de sus maravillosas playas y del clima inmejorable que disfrutamos, hay que destacar la aceptación, la tolerancia, la integración social y facilidad de convivencia que los ciudadanos tuvimos y seguimos teniendo con todos los que nos eligen como destino, ya sea vacacional como residencial.
Creo que debe ser así, debemos dar imagen de acogida; de anonimato para quienes quieran pasar inadvertidos; de descanso para los que necesiten desconectar y relajarse; de diversión para quienes la busquen.
Benidorm como ciudad de ocio debe ofrecer lo que cada uno viene a buscar, y sobre todo calidad de vida. Cada uno debe buscar su lugar.
Hay tantos Benidorm como las necesidades de quienes nos visitan, por esa razón todos acaban enamorándose.
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