Este es el título de la carta que leí a mi familia el año pasado en Navidad, el día de mi aniversario de boda, el 27 de diciembre, hoy.
Organizando papeles la he encontrado esta mañana y al releerla me ha parecido que compartirla con los demás es una buena manera de hacerla permanecer y no caer en el olvido dentro de un cajón, como me había pasado. Si no la encuentro escrita por mi no me hubiera molestado ni en releerla y se hubiera ido a la basura con otros muchos papeles.
Para entender el contenido de la carta hay que mirar atrás.
Desde que empezó el 2010, en enero, que Turismo nos notificó el cierre del hotel, además de todo el tema burocrático de permisos, papeleo para turismo, bancos, presupuestos... hubo que librar una dura batalla con mi madre.
Tomar decisiones cuando es algo de gran cuantía y mi madre, a pesar de su edad, no quiere soltar la vara de mando y dice NOOOOOOO al proyecto, resulta complicadísimo que se pueda materializar.
Reuniones familiares, discusiones y enfados mayúsculos fueron casi diarios hasta el comienzo de la obra, desde enero a junio que empezó la reforma...
Mi marido y mis hijos fueron mi apoyo en esta dura decisión porque si no se hacía nada el problema en el futuro lo tendría yo con un edificio ruinoso, así que, a pesar de su oposición seguimos adelante dejándonos todos la piel en ello.
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